Jesús aparece en el camino a Emaús a dos de sus discípulos, días después de la crucifixión y la resurrección, mostrándose como un hombre común, que no fue reconocido de forma inmediata, por aquellos que lo siguieron.
En ese camino a una villa de Emaús Jesús se unió a estos dos discípulos, con quienes habló sobre lo que acontecía en Jerusalén, y llegando al lugar de destino le pidieron que los acompañara, y es en la cena que al ver bendecir el pan que se les revela que es Jesús quien los acompañaba.
La Resurrección de Jesús
Luego de la crucifixión de Jesús, en su sepulcro se encontraban dos mujeres, quienes encontraron que la piedra que la cubría estaba removida, a lo que entraron y no hallaron el cuerpo de Jesús, siendo recibidas por dos varones que le anunciaban que al Jesús que buscaban vivía. (Lucas 24:1-7)
Luego que estas mujeres vieran que el sepulcro donde estaba el cuerpo de Jesús estaba vacío fueron a informarles a todos los discípulos el acontecimiento que afirmaba las palabras dadas por Él. (Lucas 24:10-12)
Los discípulos estaban desconcertados ante tal evento, y mantenían la esperanza de que Jesús era el Mesías esperado por el pueblo de Israel confiando en que los libraría del yugo del imperio romano.
Sin embargo, no sería precisamente de ese gobierno opresor que los libraría, sino del yugo del pecado que afligía a toda Israel y al mundo, que los separaba de Dios, pues quien los gobernaba eran las tinieblas de satanás, a las que Él venció.
Jesús había vencido la muerte, cumpliendo lo que Él había anunciado, había muerto una sola vez y para siempre, y se había levantado de la muerte para cumplir el propósito de Dios al traer la salvación a la humanidad.
En el tercer día Jesús había resucitado como lo había dicho, no solo había vencido la muerte sino que le permitía a toda la humanidad entrar a ese lugar Santísimo al quebrar el velo que lo separaba de la presencia de Dios, ese evento visto por estas mujeres era la evidencia del poder del Hijo de Dios.
Jesús aparece en el Camino a Emaús
Luego de este evento los discípulos prosiguieron sus vidas, y en el camino a Emaús a once kilómetros de Jerusalén dos discípulos caminaban mientras conversaban sobre los acontecimientos ocurridos, en ese recorrido se les unió Jesús, a quien no reconocieron.
«Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que han sucedido. Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen» (Lucas 24:13-16)
Cuando se les acerca el aparente extraño para ellos, ellos siguen conversando, y es interesante el hecho que no reconocieran a Jesús luego de su resurrección, eso habla que no era el mismo Jesús que vieron en esas cruzadas donde lo acompañaron, pues tendría otro aspecto al que sus discípulos desconocían.
Ante eso Jesús se acercó y quiso indagar en lo que estaban conversando, saber que les afligía, ya que ellos conocían la profecía que de su propia boca habían escuchado, a lo que se consigue duda, tristeza y excepticismo de lo que estas mujeres habían visto en el sepulcro.
«Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha sucedido. Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también he visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres con dicho, pero a él no le vieron. (Lucas 24:17-24)
Jesús siendo el maestro por excelencia al escuchar lo que ellos sentían les habló tomando lo dicho desde Moisés, con el fin de hacerlos entender que lo dicho por los labios del Mesías, se estaba llevando a cabo ante sus ojos, y por su falta de fe no lo podían ver.
Esto que sucedió con estos discípulos es una enseñanza para todos los creyentes, quienes deben permanecer mirando en fe a Jesús, ya que cuando la persona abandona su mirada del Señor y se deja guiar por sus pensamientos y razonamientos sus ojos son velados
Producto de la muerte de Jesús trajo con ello en sus discípulos esa decepción en sus corazones e incredulidad a lo dicho por Él, lo que produjo ese velo en sus ojos al no reconocer al Jesús resucitado.
Esta enseña habla que cuando la fe se pierde no se puede ver la esperanza de lo prometido, lo intangible no lo pueden ver tangible producto de esa incredulidad que invade los corazones, y estos discípulos la habían perdido.
Se abren los Ojos de los Discípulos
Luego que Jesús los reprende con respecto a eso pensamientos de duda que tenían los discípulos, afirmándoles que se debía cumplir todo lo dicho por los profetas desde Moisés para ver a ese Mesías prometido, traer la salvación al pueblo de Israel.
Cuando llegaron a la aldea Jesús hizo como que si fuese a otro lugar a lo que estos discípulos le dijeron que los acompañará, ya que era muy tarde, a lo que Jesús aceptó y los acompañó.
Es en ese momento cuando ellos juntos en una mesa antes de comer, fueron abiertos los ojos de los discípulos para ver delante de su presencia a Jesús, quien les había enseñado a orar y bendecir los alimentos.
En ese momento que Jesús elevó el pan y lo bendijo, compartiéndolo con los discípulos produjo que ellos pudieran darse cuenta que ese "forastero" que se encontraron camino a Emaús, era el Mesías, ese Jesús de la promesa de Dios, a quien vieron tangible luego de su resurrección.
«Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras? Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, ya los que estaban con ellos, que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón. Entonces ellos contaban las cosas que les han sucedido en el camino, y cómo le han llamado desde el pan» (Lucas 24:32-35)
Esto que aconteció delante de los ojos de los discípulos produjo el despertar de su fe, y pudieron ver como la promesa de Dios se estaba cumpliendo delante de ellos, ya que serían participantes de ese camino al que Jesús los llevaría al reencontrarse con todos con el poder adquirido en su resurrección.
«Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les demostraron las manos y los pies. Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos. Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos» (Lucas 24:36-44)
Jesús al encontrarse con los discípulos se consiguió incredulidad a pesar de que lo veían de forma palpable con su presencia. Este encuentro serviría para poder quitar el velo de la incredulidad que como humanos aún ellos tenían, era una forma de mostrarles que todo lo que habían visto con Él en vida, lo seguirían viviendo.
Se puede decir que este momento serviría para romper en la vida de los discípulos la incredulidad heredada del hombre pecaminoso, y comprender que Dios permanecía fiel a su lado, y debían cumplir la misión encomendada de llevar el Reino de los Cielos.
«Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto» (Lucas 24:36-49)
Con esta promesa que Jesús le daba a cada uno de los discípulos se cumpliría el plan de Dios, de llevar su palabra a toda criatura y sería por medio del anuncio de las buenas nuevas de sus discípulos, quienes recibirían la promesa del Espíritu Santo.
De este modo, se puede decir que Jesús aparece ante sus discípulos para quebrar toda incredulidad que era heredada de sus antepasados, y es con el poder del Espíritu Santo que los ayudaría a vivir esa atmósfera divina como lo sentían cuando Jesús estaba a su lado.
De esta forma, gracias a ese momento que vivieron los discípulos todos los creyentes pueden tener esa experiencia de encontrarse con el Jesús resucitado, quien se manifiesta en la vida de las personas a través del Espíritu Santo, quien le mostrará el camino a seguir.
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