Dios me Hará Justicia

Dios me Hará Justicia

Dios me hará Justicia es la declaración que todo creyente en Dios debe proclamar, ya que Él es fiel en su promesa en amar, cuidar y proteger a todo aquel que cree en Él.

«Porque Jehová es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey; él mismo nos salvará» (Isaías 33: 22)

Es importante entender que la justicia de Dios no se dará de la forma que el creyente lo desea o en el tiempo que lo espera, ya que Él sabe los tiempos, y solo Él es justo y sabe cómo dar a cada quien lo que merece.

Índice
  1. La Justicia de Dios
    1. Dios me Hará Justicia

La Justicia de Dios

Dios me Hará Justicia

Al hablar de justicia se refiere a una extraordinaria virtud que debería replicarse en la creación de Dios, para traer esa armonía, orden y seguridad sobre la tierra, que tanto se necesita para tener la paz deseada.

“La justicia engrandece a la nación; más el pecado es afrenta de las naciones” (Proverbios 14:34)

Cuando se habla de ser justo o cumplir en justicia, en la Biblia se refiere a un atributo de Dios, que no se puede separar de su santidad. Al decir que Dios es justo, se refiere a que Él siempre hace lo correcto, lo que debe hacerse, en forma consistente, sin parcialidad ni prejuicios.

“Pero el Señor reina para siempre, desde su trono lleva a cabo el juicio. Juzgará al mundo con justicia y gobernará a las naciones con imparcialidad. El Señor es un refugio para los oprimidos, un lugar seguro en tiempos difíciles” (Salmos 9:7-9)

Dios me Hará Justicia

Dios me Hará Justicia

Por lo general las personas cuando sufren algún tipo de daño quieren que la persona que los agredió física o emocionalmente pague por su error, se sienten tan heridos que desean tomar la justicia por sus propias manos.

Actúan de una forma errónea impulsados por el dolor, con ira, rabia y si no ven sufrir a la persona que los agredió o no está padeciendo alguna situación difícil por sus malos actos se desilusiona, y creen que la justicia es un sueño, la quimera en cumplirse en la tierra.

Sin embargo, son pocos los que recurren a la oración, luego que hayan recurrido a todos los recursos para llevar a cabo su propia justicia, pero es allí cuando se llega al comienzo con Dios.

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Y es por ello que en su Palabra Dios muestra que es solo a través de Él que se puede lograr obtener lo que se quiere. Pero es a través de su búsqueda en oración y lo refleja en la Parábola de la viuda y el juez injusto.

«También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?» (Lucas 18:1-8)

Dios me Hará Justicia

En esta parábola se encuentran los siguientes personajes o participantes:

  • LA VIUDA 

La mujer que se presenta en esta historia tenía varios problemas, que la llevaban a pedir justicia, en primer lugar era una viuda que no tenía quien pudiera defenderla, ya que estaba sola en su vida, con un enemigo que no la dejaba en paz, y la única persona que podría ayudarla era un juez con fama de ser injusto

Se puede ver que tenía muchas razones para darse por vencida, pero ella no se rindió sino que persistió y demandó su caso, para obtener justicia hasta que el juez, luego de tanto escuchar que llegaba esa mujer, tomó la decisión a su favor.

Ella viene a ser la representación de los creyentes, que se acercan a Dios a presentar sus peticiones, pero a diferencia de la viuda que iba sola ante el Juez, los creyentes tienen un Abogado Defensor con el Padre.

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«Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo» (1ra. Juan 2:1)
  • EL JUEZ

El juez era un hombre que sin sentimientos, sin amor por nadie, era malo, descortés, despiadado, e injusto, quien estaba cansado de ver a esta mujer que todos los días llegaba a su juzgado, a solicitar su veredicto favorable, por lo que cansado de sus visitas le dio lo que quería, pues la mujer no dejaba de molestarlo.

  • DIOS

En esta parábola Jesús enseña que Dios es amor, que Él es bueno, está lleno de gracia, y es muy justo. Aunque en la parábola hace una semejanza del juez injusto con Dios, el muestra que ese juez injusto respondió de mala gana, pero a diferencia de él Dios ama responder a las oraciones, e incluso ayuda cuando una persona se acerca en oración a su presencia, enviando a su Santo Espíritu.

«Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles» (Romanos 8:26)

Eso demuestra que Dios estará con sus hijos cuando se acercan en oración a Él, no es como el juez injusto que estaba en contra de la viuda, Él está a favor de quien lleva delante de Él su causa. Jesús hace contraste entre lo peor del hombre, y lo mejor de Dios.

El juez escucha a la viuda para quitársela de encima, mientras que Dios escucha a sus hijos porque los ama y quiere darle respuesta a su causa. El juez actúa de manera egoísta, en cambio Dios actúa a favor de sus hijos.

Por lo que Jesús enseña que el pueblo de Dios debería ser como la viuda, clamar a Dios día y noche antes de que nuestras oraciones sean contestadas. Porque a Él le place responder sus peticiones.

«Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche?» (Lucas 18:6-7)

Es importante entender que el creyente podrá tener la convicción en decir: ¡Dios me hará Justicia! solo si se acerca a Él confiando que Él está escuchando

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«Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan» (Hebreos 11:6)

Jesús hace énfasis en que todos los creyentes deben comprender, que solo a través de la oración se puede recibir la respuesta del único juez que es verdaderamente justo, y ese es Dios.

«Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente?Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?» (Mateo 7:7-11)

La viuda siendo esa representación de los creyentes aunque estaba sola, se presentó delante del juez, no dudó en presentar su petición. En cambio, todos los creyentes se pueden de manera libre acercarse al trono de la gracia.

“Por tanto acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para cuando necesitemos ayuda.” (Hebreos 4:16)

Dios me Hará Justicia

Dios me hará Justicia, pues claro que sí, Él está al pendiente de toda petición. Sin embargo, algunas personas dejan de orar cuando sienten que Dios no les responde, inmediatamente, ante su necesidad, pero es allí donde hay que perseverar entendiendo que la oración no es para recibir, únicamente, lo bueno.

La oración es para poder estar con el que es, verdaderamente, bueno, santo, amoroso, misericordioso, es para tener la comunión con el dador de la vida, el gran ayudador, el verdadero juez justo, con el único rey que ama sin ver tu condición.

«Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones» (Salmos 46:1)

«Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará» (Deuteronomio 31:6)

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